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Rafael Soto | La sospecha de Ciudadanos

Los cronistas romanos, que tenían muy mala uva, cuentan que la tercera esposa de Julio César, Pompeya, había introducido a su amante, Clodio, en un templo consagrado a la diosa Bona. Disfrazado, profanó un recinto que solo podía ser pisado por mujeres. Cuando se supo, se produjo un escándalo que acabó en los tribunales. César defendió la inocencia de su mujer, a la vez que le pidió el divorcio. Ante la contradicción, el juez que instruía el caso le pidió razones, obteniendo como respuesta que la mujer del César no podía estar mancillada ni siquiera por una sospecha.



De este hecho histórico proviene el dicho popular de que la mujer del César no solo debe ser honrada, sino que también debe parecerlo. Y es esta expresión la que se me viene a la mente cuando pienso en lo que ha hecho Ciudadanos en Andalucía. O debería ser Madrid, pues es desde la Capital donde se ha decidido el futuro de la colonia andaluza.

Hay un matiz importante. El pacto entre PP y Ciudadanos no ha sido para favorecer la gobernabilidad de la nación andaluza. El partido naranja obtendrá consejerías y, por tanto, será parte del Gobierno. Por ende, nos parece hipócrita la actitud que ha mantenido con Vox.

Desde un principio, mantuvo una actitud distante con los extremistas de Derecha. No ha querido mantener reuniones con ellos y, desde el primer minuto, ha puesto en duda la posibilidad de un Gobierno alternativo. Todo ello en el ambiente teatral que ya es costumbre. Ni una foto que pueda dar la impresión de que comparten algo más que medio programa electoral. Que los programas no se leen, pero los periódicos sí.

Una mojigatería absurda, en el momento en que aceptan de buena gana las consejerías y la vicepresidencia. Y más inexplicable todavía, si se plantea que buena parte de su electorado no lo ve con buenos ojos. Si hubiera aceptado el apoyo sin más gestos innecesarios hubiera dado otra imagen. El Partido Socialista no hubiera dejado de pactar con ellos por eso en otros territorios en el futuro. Y más con el arribista que lo dirige ahora.

Por más que lo ha intentado, Ciudadanos ni es ni parece honrado. Y no se entiende a cuento de qué, pues no hubiera tenido consecuencias significarse. En cualquier caso, entendemos que la ambición de Ciudadanos ha sido excesiva.

Si su intención era mantener las distancias con Vox de cara a los indecisos, la estrategia más adecuada hubiera sido apoyar el Gobierno de Moreno sin participar en él. Hubiera creado un Gobierno débil al que hubiera sido fácil manejar y hostigar. Recordemos que estamos en año electoral. Sin embargo, se ha sentado en la mesa como si no conociera al cocinero y se ha comido de buena gana su plato de lentejas.

Aceptando el apoyo de Vox y entrando en el Gobierno de Moreno Bonilla, no solo ha quedado en claro la falta de ‘honradez’, volviendo al dicho popular, de Ciudadanos. También ha demostrado una ambición de poder cortoplacista muy española, que sin duda lo comprometerán en lo que queda de año.

RAFAEL SOTO