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María Jesús Sánchez | Retazos

Recién duchada, oliendo a serenidad, con la niña que fui en brazos, prometiéndole cuidarla cada día. Diluida en mi sofá y descubriendo que la vida tiene que ser otra cosa, vislumbrando un camino de paz y dejando sobre una piedra el latido sordo que me vuelve campana. Hoy la noche me susurra que el cambio es posible…


La tarde ha sido suave como el tiempo. Me gusta la felicidad serena y descubrir cómo una persona que antes estaba poseída por el estrés, ahora disfruta de la vida que corre por sus venas. La clave: el contacto con la naturaleza y compartir su vida con un amor de verdad.

Además de la paz que me ha transmitido, me ha regalado dos mermeladas hechas por él. Disfruto de la paz y de la felicidad ajenas. Ayer unos árboles me invitaron a entrar en un bosque, a sentir el crujido de las hojas de otoño al pasear, a contemplar el juego de luces que el sol provoca entre las copas de los árboles, abrazar un álamo y yo, como Ulises, quise seguir ese canto… Pero no pude.

El vigilante del museo no me habría dejado nunca meterme dentro del Bosque de Marly pintado por Pissaro... Cristales sucios, casas que corren, pinos al borde de la vida, oscuridad dentro de la montaña, camino del rey, presa con agua, gente que habla, una chica que observa...

Movimiento que acuna, vías anchas y antiguas, tiempo que corre, el mar que se acerca, nubes que se esconden, alguien solo que espera, alma que se expande, cuerpo que busca, calma que se encuentra. Viaje en tren. Mientras yo leo ayudada por la luz que inunda mi salón, ellas hacen su fotosíntesis en silencio, enhiestas, atrapando mi mirada con su belleza, sacándome del libro, hablándome de realidad, de naturaleza…

La posición del sol va cambiando y me cuenta que los días de estío llegan a su fin y a mí me inunda una sensación de agradecimiento por los días de verano pasados. Mi verano ha sido tranquilo, en familia, lleno de horas de sueño, de tardes viendo romper las olas, de sardinas, de paseos bajo el sol de la mañana, de nuevas amistades, de visitas queridas con viajes en carrusel y charlas a deshoras; de tiempos muertos y cambios en el destino del viento.

Y doy gracias por haber sido consciente de que esto es la vida: sin objetivos, sin viajes lejanos, sin deberías… A veces hay que darse cuenta de que ser rica es tener los cinco sentidos, gente que te quiere, una casa donde vivir y comida.

MARÍA JESÚS SÁNCHEZ