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Rafael Soto | ‘Maskholes’ y rebeldía

Pocas cosas son tan pueriles y peligrosas como una interpretación egoísta y descontextualizada de la libertad y de la rebeldía. Tenemos numerosos ejemplos, como el pseudoprogresismo, el supremacismo catalán o, desde un punto de vista más doméstico, la rebeldía juvenil. Ahora nos toca hablar de los que empiezan a ser denominados maskholes.



¿Para qué negarlo? En la sociedad del postureo, todo suena mejor en inglés. Te hace parecer guay, culto, progresista y, sobre todo, estar al día. Participas del mainstream, aunque tu lema sea be yourself. Eres la caña, la antítesis de ese rancio de Arturo Pérez-Reverte, que no tiene ni idea de nada. Y el neologismo que nos toca asimilar ahora es maskhole.

Para los rancios y los perdidos que no conocen las últimas tendencias, o sea, que no participan del mainstream, maskhole es una adaptación de la palabra asshole, un término muy guay en el mundo hispano, pero castizo como pocos en el ámbito anglosajón. En concreto, de acuerdo con el Cambridge dictionary, asshole o arsehole significa “una persona desagradable o estúpida”. Y es que el sentido de la palabra ‘gilipollas’ es universal.

Por tanto, maskhole sería una forma despectiva de denominar a una persona que no lleva mascarilla sin razones debidamente justificadas en el actual contexto de pandemia. ¿Qué lleva a una persona a cometer tal acto de irresponsabilidad?

Quizá, los casos más inquietantes son aquellos que no llevan mascarilla por el simple placer de no hacerlo. O lo que es peor, los que la mal llevan en el brazo, la papada o en otras partes del cuerpo, con la idea de ‘cumplir’. Estas personas creen que realizan un ejercicio de libertad. Se exponen a su cuenta y riesgo. Consideran estar en su derecho de hacer con su salud lo que les parezca conveniente y marchan por el mundo como si la pandemia entendiera de caracteres.

Cuando no llevar mascarilla se convierte en un acto de rebeldía y libertad, deja de ser solo un problema de salud pública. Es una tendencia ética, en la que los rebeldes se mueven en una doble vertiente extrema: o no llevan mascarilla o, por el contrario, se disponen a criticar a todos aquellos que salen de sus casas para algo más que trabajar o hacer la compra.

Los maskhole son un peligro para la Salud Pública, pero también son un síntoma de una sociedad pueril e incapaz de estar a la altura de los retos que la vida y sus propios errores les han puesto.

Dicho esto, y pasando otro tema, se cumplen nueve años de la muerte de Amy Winehouse. Un personaje considerado por muchos como la última gran diva de la música, o al menos por ahora. Un personaje decadente, pueril y autodestructivo. Y una diosa de la música para el humilde escritor de estas líneas. No quería acabar esta columna sin recordarla. ¿Sería una maskhole si viviera? Back to black.

Haereticus dixit.

RAFAEL SOTO