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Aureliano Sáinz | La expresión gráfica de la autoestima

En el ámbito de la psicología, habitualmente, se distinguen tres dimensiones relacionadas con el autoconcepto que todo ser humano tiene de sí mismo: la cognitiva, la afectiva y la conductual. La dimensión cognitiva está formada por los diversos esquemas con los que las personas organizan mentalmente toda la información referida a sí mismas; la dimensión afectiva está directamente ligada con la autoestima; y la dimensión conductual se encuentra relacionada con el conjunto de actos que están dirigidos al reconocimiento de uno mismo o por parte de los demás.


En la autoestima inciden distintos sentimientos, por lo que tiene una estructura multidimensional en función de los ámbitos de nuestra vida: familiar, laboral, intelectual, académica, etc. De este modo, podemos pensar que su formación en el niño oscilará según las apreciaciones que tenga en distintos aspectos de sus vidas.

Bajo este criterio, es posible que un niño posea una buena autoestima en el ámbito familiar, dado que recibe el cariño, la seguridad y la protección de sus padres y, sin embargo, en algunas de las materias educativas no se sienta muy seguro o dotado para ellas. Esto tiene sentido a partir de la teoría de las inteligencias múltiples que teorizó el psicólogo Howard Gardner.

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Así pues, la autoestima podemos considerarla como uno de los sentimientos básicos del ser humano que se encuentra muy ligado a otros como el amor propio, la alegría y la confianza, que, a fin de cuentas, son indicios de sentirse bien consigo mismo. También se relaciona con otros dos factores como la autoimagen y el autoconcepto, que se irán formando y desarrollando a medida que se crece.

Vemos, pues, que la autoestima aúna los campos afectivo y cognitivo de la persona, de modo que comienza a gestarse en la infancia a partir de elementos emocionales, como resultado de las expresiones de cariño de los padres hacia los hijos, para, posteriormente, y a medida que se adquiere autonomía, ir afianzando la imagen que se tiene de sí mismo, y de la que se supone se recibe de los demás, junto con los valores y cualidades que configuran el mapa del autoconcepto personal.

La amplitud de la idea de la autoestima nace al ser conscientes de que formamos parte de una sociedad altamente compleja y problemática, en la que tenemos que afrontar numerosos retos en nuestras relaciones cotidianas, al tiempo que deseamos salir triunfantes y con aprobación por parte de los demás.

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En la actualidad, por ejemplo, las nuevas tecnologías, los medios de comunicación y las redes sociales nos sitúan frente a una cultura de la información en la que la rapidez y la instantaneidad han modificado los hábitos y comportamientos de tiempos pretéritos, por lo que ya no son solo las experiencias y las relaciones interpersonales directas o las obtenidas a través de lecturas las que conforman el conjunto de nuestros conocimientos.

Sabemos, por otro lado, que, en el proceso de configuración de la personalidad, llega el momento en el que hay que valerse por sí mismo y tomar decisiones relevantes e intransferibles en las que juega un papel crucial la confianza y seguridad propias.

Una vez que he expuesto algunas ideas básicas, cabe preguntarse: ¿Cómo podemos conocer los inicios de la autoestima en los niños? ¿Cómo la expresan a través de los dibujos? Por mi parte, puedo decir que uno de los mejores medios para conocerla es a través del dibujo de la familia, ya que, por medio de él, niños y niñas expresan la naciente seguridad y confianza hacia sí mismos, resultado, en gran medida, de las expresiones de cariño y seguridad que reciben de sus entornos familiares.

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Y para interpretar la expresión de la autoestima a través del dibujo de la familia, debemos tener en consideración algunos de los siguientes aspectos que expongo:

  • a. Si quien hace el dibujo se representa el primero en aparecer, nos encontramos con una manifestación de que ha pensado en sí mismo como el primero del grupo, lo que es uno de los indicios claros de confianza y seguridad propias.

  • b. También debemos considerar el tamaño de la propia figura, ya que un aumento de ella con respecto a los demás miembros expresa la relevancia que atribuye a su personaje.

  • c. Los gestos que manifiestan alegría, entusiasmo y euforia, como son la sonrisa y los brazos elevados hacia arriba son expresiones gráficas de la autoestima.

  • d. Si nos encontramos ante niños pequeños, hay que considerar que en las primeras edades la reflejan cuando escriben los nombres de quienes componen la familia, puesto que es expresión de la alegría y la confianza que sienten generadas por el hecho de saber escribir.

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  • e. Otro indicio es la aproximación de la figura propia a la paterna, caso de los niños, o a la materna, caso de las niñas, ya que tener referentes emocionales en ambos progenitores, o en uno de ellos, implica depositar la confianza en quienes encauzan su formación.

  • f. A medida que se crece, la autoestima se manifiesta de diversos modos: al decantarse por algunas de las disciplinas de estudio; por el deseo de aprendizaje de una lengua extranjera; por la afición por algún deporte; por la inclinación hacia alguna de las expresiones artísticas como la pintura, la música, la danza, la poesía, el diseño gráfico, etc., ya que son formas de exteriorizar la alegría y confianza en uno mismo.

Y como ejemplo de lo indicado, presento cuatro dibujos, comenzando con el de la portada de este artículo, que a su vez apareció en la del libro El dibujo de la familia. Vemos que su autora, de 13 años, se traza en el centro de la escena acompañada de su madre, que le sirve de apoyo emocional.

En el lado izquierdo, están su padre y su hermano menor que ella y, en el derecho, sus hermanos pequeños jugando, al tiempo que sus abuelos aparecen detrás de ellos. Comprobamos que la escena es de un alto nivel de realismo, en la que se manifiesta la seguridad que tiene en sí misma y el apoyo que recibe de su familia.


He comentado que la autoestima también se expresa a través de la identificación con algunas de las aficiones de los padres y que ellos hacen suyas. Es lo que sucede con el autor de este dibujo, un niño de 9 años, que se dibuja con la misma camiseta del Barcelona, equipo al que es tan aficionado su padre. Por otro lado, comprobamos, por la numeración, que se ha representado en primer lugar, lo que es signo evidente de confianza en sí mismo, junto al hecho de trazarse al lado de su padre, al que tanto admira.


A medida que se avanza en edad, los aprendizajes en distintas materias son motivo de un sentimiento de seguridad y confianza. Así, la autora de este dibujo se sentía muy orgullosa del nivel de conocimiento que tenía del inglés, por lo que no tuvo problemas, una vez que realizó la escena familiar en la playa, de escribir sobre cada miembro la palabra correspondiente en este idioma. Por otro lado, la soltura y la confianza en sus capacidades gráficas las manifiesta en la seguridad con la que realizó el dibujo.


Finalmente, muestro el dibujo de un niño de 10 años. En este caso, ha optado por representarse con sus padres y su hermana compartiendo juegos al aire libre. Así, presenta a su padre con la raqueta y la pelota de tenis, mientras que su madre y él mismo sostienen la cuerda para que su hermana pequeña salte a la comba. Su propia figura la ha trazado portando botas de fútbol, mientras que sostiene con los pies un balón. En conjunto, observamos una escena familiar en la que se expresan la alegría y dicha colectiva, emociones muy ligadas a una buena autoestima.

AURELIANO SÁINZ

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