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Rafael Soto | Elogio a los que (se) parten la cara

Me he decidido a haceros el favor de no hablar de las Elecciones de 10-N. Ya cansa. Prefiero hablar de un fenómeno que, aunque no me sorprende, me alarma como ciudadano y demócrata: la demonización de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad. En especial, por parte de los que militan o simpatizan con la extrema izquierda.



Pongamos el siguiente caso: Unidas Podemos o cualquier otro partido ‘progresista’ alcanza la Presidencia del Gobierno. Perplejos ante el milagro, en vez de hacer peregrinación a Lourdes, los militantes y simpatizantes de la extrema derecha más rancia se dedican a cortar vías de tren y queman contenedores en las calles.

¿Cómo pensáis que actuaría este Gobierno? Antes de pensarlo, recordemos que estamos hablando de unos señores que se manifestaron contra los resultados de unas elecciones autonómicas legítimas solo porque no les gustó que Vox entrara en las instituciones.

A la vez que reprimo la carcajada, fantaseo con la imagen de unos mediadores enviados a las carreteras cortadas, portando ramos de flores con lazos morados. ¡Mejor! Con lazos verdes o rojigualdos, por eso de la empatía.

En cualquier caso, ser un agente del orden es como ser periodista o político: supone ejercer un oficio con mala fama. Del mismo modo que en una biblioteca no se tendrá aprecio al bibliotecario que mande a callar o que sancione por devolver un libro con retraso, por más que sea su trabajo, un agente del orden no levanta simpatías cuando ejerce su trabajo. Sin embargo, es un miembro vital para garantizar el buen funcionamiento de la sociedad.

En su pueril rebeldía, un amplio sector de militantes y simpatizantes de Unidas Podemos, así como de otros partidos de extrema izquierda, no dudan en criticar a lo que consideran un órgano represor. Se ha visto con claridad en los actos violentos de Cataluña, donde contamos con más de un centenar de mossos heridos, así como otros muchos policías nacionales. Quizá, el señor Iglesias comparta la idea de Sánchez Gordillo de que una mayor presencia de policías repercute en mayor inseguridad...

De hecho, no son pocos los descerebrados de extrema izquierda que han aplaudido en redes sociales la agresión e intimidación a agentes, e incluso los han hecho objeto de sus mofas. No voy a volver a entrar en lo que pienso sobre su incoherente posicionamiento con respecto al cachondeo catalán.

Sin embargo, me resulta escandaloso que estos radicales e intelectuales de medio pelo olviden algo esencial: los agentes que se están partiendo la cara en Cataluña también son trabajadores. Sí, trabajadores. Tanto como lo son los bomberos, los profesores o los bibliotecarios. Son personas que han pasado por un durísimo proceso selectivo y que invierten trabajo y horas de su vida en una serie de labores para obtener un salario.

Bajo el uniforme puede haber un neonazi o un votante de Unidas Podemos. También una persona a la que le dé igual todo mientras cobre a final de mes. Incluso de las Fuerzas Armadas, la institución más conservadora de este país, han salido miembros de Unidas Podemos –nada menos que José Julio Rodríguez, ex Jefe del Estado Mayor. Tanto o más podemos esperar de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad.

No estamos hablando de Villarejo, ni tampoco de personas que acostumbren a almorzar con políticos o empresarios. Esos agentes que sostienen una porra o disparan pelotas de goma siguen órdenes, sin posibilidad de indisciplina alguna, mientras sus superiores les transmiten las órdenes por radio.

Hemos podido comprobarlo en los mossos, enviados a dar palos por el presidente Joaquim Torra, a la vez que han sido criticados por el mismo. Durante los incidentes del 1 de octubre, se les dio orden de pasar del referéndum, y pasaron. Incluso salieron inconscientes como Albert Donaire, mosso independentista, apoyando aquel sinsentido.

Ahora, los mossos se están partiendo la cara en las calles de Cataluña por la misma razón que no lo hicieron el 1 de octubre: porque es lo que se les ha ordenado. Son víctimas del sinsentido catalán, igual que otros muchos. Desde luego, son pocos los agentes que están por gusto en la Vía Laietana.

¿Hay agentes neonazis? Sí. ¿Hay agentes de extrema izquierda? También. Y maravíllense: los hay latinos, homosexuales, bisexuales, del Madrid y del Barça. ¿Que a veces se excede alguno? Sí. Y que algún palo no ha sido merecido, seguro que sí. Pero ningún vídeo, ninguna conversación de WhatsApp, ni ninguna declaración puede justificar la generalización y demonización de un cuerpo tan amplio y esencial para nuestra sociedad.

Son trabajadores que, en contadas ocasiones, no están a la altura de sus responsabilidades. Igual que muchos profesores y maestros, bomberos, funcionarios de prisiones… Porque es un colectivo humano. Y, sobre todo, trabajadores que ejercen su oficio para ganar un sueldo. Y en lo que respecta a las personas, en esta vida hay de todo.

El ataque descerebrado de la extrema izquierda en redes y en medios de comunicación a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad demuestra la inmadurez democrática de este país, así como favorece que la extrema derecha siga apropiándose, aunque sea simbólicamente, de las instituciones y símbolos que son de todos.

Que se sancione al que no haga bien su trabajo, sea en el ámbito que sea, y valoremos a los diligentes. Sobre todo, seamos maduros, analicemos bien las cosas y, si hay que pedir responsabilidades, que se haga a los auténticos responsables. Y ahora, llamadme facha.

Haereticus dixit.

RAFAEL SOTO