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Pablo Poó | La (absurda) guerra civil educativa

¡Señoras y caballeros, bienvenidos a esta que será otra inolvidable velada de boxeo! Sin más preámbulos, presentamos a los contendientes. A mi derecha, los tradicionales: defienden que estamos perdiendo la cultura del esfuerzo y el papel clásico del profesor como transmisor de conocimiento. Arremeten contra las nuevas pedagogías que creen traídas por falsos gurús y supuestos expertos educativos que no han pisado un aula real en su vida.



A mi izquierda, los innovadores: reniegan de la tradicional estructura de la clase magistral y abogan por un tipo de aprendizaje donde el alumno juega un papel activo fundamental. Utilizan toda clase de estrategias, desde juegos a proyectos, pasando por representaciones teatrales, para hacer de sus clases un lugar donde el alumno se sienta feliz, realizado y motivado. ¡Que comience el combate!

Y en ello estamos. Pueden buscar en las redes sociales (si prefieren insultos más cortos les recomiendo Twitter) o en los comentarios a las noticias relacionadas con el tema educativo. Un clima insoportable de crispación se respira en torno a la cuestión educativa donde se mezclan, sin ningún rubor, churras, merinas, etapas escolares distintas, contextos educativos opuestos y todo lo que quieran ustedes añadir, que con esto del anonimato el personal se envalentona. Intentemos, desde mi locura, aplicar un poco de cordura.

1) No se pueden comparar la Primaria y la Secundaria porque son etapas educativas diferentes cuyos alumnos tienen, por lo tanto, edades distintas. Es imposible dar la misma clase en 4º de Primaria y en 4º de ESO (no digamos ya en 4º de Grado). Por lo tanto, estrategias metodológicas que son maravillosas en Primaria pueden ser un fracaso absoluto en Secundaria. Y viceversa. No es lo mismo dar clase a un niño de 7 años que a uno de 17.

2) Las estrategias metodológicas no son universales: pueden funcionar o no dependiendo del individuo. A menudo nos olvidamos de que una clase, a pesar de conformar una colectividad, está formada por equis (cada vez más equis) individualidades: a Fulanito se le puede dar genial memorizar, pero no a Menganita. Zutanito entiende mejor las cosas jugando, pero Filomeno se aburre soberanamente con un juego de mesa delante. El hecho de que ti te vaya estupendamente dictando apuntes no quiere decir que el que use juegos esté haciendo el gilipollas. Y viceversa.

3) Todos buscamos lo mejor para el alumnado. En la profesión docente nadie va a hacerle daño a sus alumnos. El que “gamifica” su clase, lo hace porque cree que es lo mejor para el aprendizaje de sus alumnos. El que hace dictados, los hace por idéntico motivo. Lo mismo el que trabaja por proyectos que el que los pone individualmente en sus mesas. Otra cosa será si el docente ha acertado con la metodología elegida, pero a esa pregunta solo pueden responder los alumnos y el tiempo.

4) Las cosas no son blancas o negras. La polarización es el camino más corto hacia el empobrecimiento mental. Como hemos dicho antes, una misma estrategia metodológica no vale ni para una misma clase. Esto no quiere decir que ahora haya que ir alumno por alumno explicándole el mismo tema a cada uno de manera distinta, no nos volvamos locos, pero sí que hay que tener en cuenta las características de esa clientela que tenemos los docentes llamada "alumnado" para ir combinando estrategias de uno y otro bando, por seguir con la temática de la confrontación.

A mí, por ejemplo, en mis clases, me gusta impartir conocimientos. Y mis alumnos se sorprenden de lo que puedo llegar a saber sobre mi asignatura, porque no uso el libro para mis explicaciones. Ante esa sorpresa me pregunto cómo darán la clase mis compañeros, porque si los míos se sorprenden de lo que yo sepa sobre Literatura, quizá quiere decir que nuestra clase no nos ve como expertos en la materia, sino como profesionales dependientes de un libro de texto. Y el respeto no solo se gana con disciplina, también con admiración libremente despertada.

Del mismo modo, uso Minecraft para explicar la Comedia Nueva. Usamos un servidor para edificar un corral de comedias y andamos libremente por el patio de butacas, el escenario o el gallinero. Pero soy inflexible con las fechas de entrega: en la vida hay plazos que son improrrogables: una beca, una matrícula para unos estudios, una ayuda social… y si yo no enseño a mis alumnos, desde edad escolar, el respeto a los plazos que exige la vida que vivimos en la actualidad, estaré creando futuros adultos indolentes. Prefiero que tengan un cero en una actividad entregada fuera de plazo a que pierdan una beca para estudiar fuera el día de mañana.

Para practicar la morfología usamos una baraja de cartas y hay temas que se tienen que preparar ellos por su cuenta para explicarlos a los compañeros en clase. Sin embargo, cada dos semanas hacemos un dictado y copian cada falta diez veces, o las introducen en oraciones, o lo que se me ocurra.

No acierto con todos: todos los alumnos que me dejo, cada año, sin enganchar a mi asignatura son una espina que se me queda clavada y un motivo para reflexionar y mejorar el método para el año siguiente. Pero lo que nunca se me ocurriría sería enrocarme en una trinchera educativa para defenderla a muerte y combatir a la contraria con todas mis armas. Las únicas víctimas de esta guerra son nuestros alumnos.

PABLO POÓ
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