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Juan Eladio Palmis | Precesión de los equinoccios

Existe un punto estelar, que ya estamos llenando de chatarra cósmica, que no se escapa del chispeo de todo lo que sin control alguno estamos contaminando por arriba de nuestra atmósfera, que es el llamado "punto vernal". El punto vernal, ese lugar en el espacio donde la tierra en su traslación alrededor del sol se cruza con el ecuador celeste, de un año para el siguiente la tierra se distrae mirando las musarañas estelares y está llegando tarde físicamente a posicionarse en el citado lugar espacial donde comienza el equinoccio de primavera.



En estos días, en este equinoccio de la primavera que recién acabamos de abandonar, la tierra, según los científicos, ha llegado más tarde que otras veces en su precesión orbital al citado punto vernal. Y aunque no es preocupante porque los griegos –esa gente que para los especuladores banqueros europeos llevan rabo, que tienen que estar en Europa sí o sí porque hacen falta como camareros– fueron los que nos indicaron hace ya muchos años que cada veintiséis mil años la tierra acelera y recupera la gandulería de su velocidad en su movimiento de traslación alrededor del sol, que la lleva a que cada setenta y dos años se atrase unos cincuenta segundos del valor de su arco de giro alrededor del sol.

Y falta todavía que los alemanes y sus banqueros, a día de hoy, aparte de jodernos con lo del euro y de imponer sus políticas por la fuerza de la excomunión económica, que al final es una mentira, una trampa invertida, hayan aportado a la humanidad por encima del grosor necesario del blindaje de un carro de combate, o de un acorazado marino, algo esencial, desinteresado, hermoso y edificante como los griegos, uno tras otro, siglo tras siglo nos han mostrado y enseñado para conocimiento y uso, sin pagar derechos de autor, a la humanidad entera.

Los griegos, gentes mucho más capaces que los alemanes, que le han dado a la humanidad cosas que todavía nos siguen asombrando, como son parecidos a nosotros en el sentido de que la vida no solo es contar dinero y pesar los excrementos al ir al retrete, los han pillado al traspiés los europeos, los cuenta euros, y un vergonzoso y vergonzante complot mafioso en el que ha participado encantado de conocerse el Gobierno basura español, ha impedido que los griegos se marchen a ser felices con su dracma, como lo eran antes de entrar en Europa, y que los amenazaran con matarlos a todos si se iban del euro, mientras que a Inglaterra, la misma Europa le ponen una alfombra roja para que se marche por la sencilla razón de la pérfida Albión, si quiere, manda de un plumazo a hacer puñetas a Europa y a toda la democracia cristiana, como ayer ya lo hicieron con el temido castigo de la excomunión papal que aterrorizó hasta a los propios reyes de baraja que hemos tenido, excepción del rey republicano don Carlos III, como a él le gustaba llamarse.

La columna del peñón de Calpe, del lado norte correspondiente a Europa, a España en concreto, que mitológicamente está representada por un conejo y un gallo (del gallo sabemos el sexo, del conejo no) cuando el forzudo de Hércules la separó de la otra del sur, la del monte Abyla por la zona de la actual Ceuta, según en su día midieron los griegos, el Estrecho de Gibraltar de costa a costa tenía un ancho de poco más de mil seiscientos metros, porque Hércules entendió que había bastante.

Después las mareas, los hermosos flujos y reflujos del formidable aporte de agua Atlántica al Mediterráneo, que ya debería de estar aprovechada para generar energía, al margen de que la presencia de un puente que unan ambos continentes es algo que no le interesa a Alemania, pero sí y mucho a Andalucía y a España, y entra de lleno en asuntos nuestros, españoles, de dos tierras, Marruecos y España, que por efecto de la erosión y otras gaitas, nos estamos separando, hasta los más de diecinueve mil metros que nos separan ahora, en menos de tres mil años, cosa que como sureño me entristece.

No he visto caras más tristes que un emigrante español en tierras europeas. Un andaluz, un moro, un sureño, de jornalero en tierras europeos es una doble tragedia social que acompaña el tajo. Personalmente me falta por ver algo en Europa que me emocione y me ponga el vello de punta; mientras que en el sur voy de escalofrío en escalofrío.

Y cuando digo "el sur", digo Marruecos, digo Grecia, abarco lo meridional de una gente latina, semita, diferentes, ni mejor ni peor que los del norte, pero diferentes, que nos gusta más una mata de olivo que un cañón de reluciente acero. Pero, del mismo modo que para muchas cosas somos verdaderos gigantes, siempre respetando la voluntad del voto, estamos a años luz de tener inteligencia política que nos beneficie como personas y como pueblo.

Salud y Felicidad.

JUAN ELADIO PALMIS
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