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Samanta Schweblin: “El problema de la tecnología es el uso que le damos y los límites que nos permitimos”

Samanta Schweblin (Buenos Aires, Argentina, 1978) estudió Cine y Televisión. Sus libros de cuentos El núcleo del disturbio, Pájaros en la boca y Siete casas vacías obtuvieron, entre otros, los premios internacionales Casa de las Américas, Juan Rulfo y Narrativa breve Ribera del Duero. Claudia Llosa llevará al cine su primera novela, Distancia de rescate. Traducida a más de 25 lenguas, reside desde hace cinco años en Berlín, donde escribe y dicta talleres literarios. Kentukis es su última y sorprendente novela.



—¿Cómo surge la idea de crear los kentukis?

—Fue una ocurrencia, de hecho tardé en entender que era una idea literaria, simplemente se me ocurrió la idea y hasta lo googleé pensando lo extraño que era que algo así no existiera todavía.

—¿Qué son los kentukis? ¿Mascotas, fantasmas, robots? ¿O en el fondo son sombras de nosotros mismos y de los dueños de los kentukis?

—Ni mascotas, ni fantasmas, ni robots y, a la vez, un poco de todo eso. Técnicamente un kentuki es un dispositivo que permite el acceso remoto de un ciudadano a la vida privada de otro.

—¿Los vestiste de peluche para que la relación entre el dueño y la mascota fuera más estrecha y real?

—Era una apariencia tramposa, como lo son tantas otras en nuestra vida cotidiana. La forma de una mascota deshumaniza a veces el hecho de que dentro de ese aparato hay un ser humano común y corriente, comandándolo desde algún otro lugar del mundo.

—Dices que entre tecnología y mascotas hay algunos puntos en común. ¿Cómo cuáles?

—Nos funcionan como espejos. Tenemos la sensación de estar interpelándolos, y entendiéndolos, pero solo estamos contestándonos a nosotros mismos.

—Los apocalípticos de cada instante piensan que la tecnología acabará dominándonos. Tú, sin embargo, piensas que no hay nada más inerte que la tecnología.

—Bueno, tecnología hemos tenido desde que inventamos la rueda. La tecnología no es buena ni mala, el problema es más bien el uso que le damos, y los límites que nos permitimos.

—Pero tu libro no habla de tecnología, sino de relaciones humanas, o de relaciones entre seres humanos y criaturas animadas.

—La tecnología es una excusa, el kentuki es una excusa. El libro habla más bien de los problemas de la soledad contemporánea, la incomunicación, el deseo, el lenguaje –por todas sus fallas–.

—Tu libro no es ciencia ficción ni habla del futuro. Sino todo lo contrario, del presente y de gente normal. ¿No te da pánico?

—Me preocupa, por eso escribo sobre eso. Los procesos de escritura no me dan respuestas concretas. Desconfío, además, de las respuestas concretas. Pero abren nuevas preguntas, más definidas, y nos ayudan a entender ciertos límites y a despertar de algunas ingenuidades.

—Tu novela 'Distancia de rescate' será llevada al cine por la directora Claudia Llosa. ¿Qué más sabemos?

—Se filmará en enero y febrero del próximo año, así que supongo que ya no faltará mucho para verla en pantalla. La adaptación del guión la hice en forma conjunta con Claudia Llosa y fue un trabajo lleno de desafíos en el que aprendí muchísimo, fue una gran experiencia.

—Tu novela plantea dónde se ponen los límites a la intimidad ajena, y dónde la curiosidad adopta la forma de perversión. ¿Este libro es solo ficción o describe una realidad ya muy próxima a nosotros?

—Es ficción, pero lo que asusta es que no es una ficción cercana a una distopía, o a una historia sobre el futuro, sino que es una ficción construida sobre todas las posibilidades que da el presente. Ojalá funcione un poco como un espejo.

—¿En tu nuevo libro pedirás la ayuda de algún peluche o hay intimidades que no compartes con nadie?

—La escritura siempre es en soledad. No podría escribir con alguien mirándome. Si tuviera un kentuki en casa y me sentara a escribir, lo primero que haría es encerrarlo con llave en el baño.

ANTONIO LÓPEZ HIDALGO
FOTOGRAFÍA: ELISA ARROYO
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