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Pepe Cantillo | Carta a Vera

¿Te suena de algo Vera? Podemos identificarlo con una comarca extremeña de donde procede el famoso pimentón o con un pueblo de Almería, la orilla de un río, una canción y algunos significados más, como el adjetivo verdadero relacionado en su origen con verdad (“Veritas era la diosa de la verdad para los romanos”). Todo eso es muy trivial en este momento para lo que pretendo expresar.



Vera es el nombre de un retoño que florecerá este invierno en los días próximos ya a la Navidad. Vera son unos ojillos de color indefinido que se abrirán curiosos a un mundo nuevo en este diciembre de 2016. Es el nombre de un bebé que dibujará sonrisas a la esperanza en el rostro de su madre o enredará “afotos” –unas primorosas, otras puede que corrientes– en los nerviosos dedos de su padre, que se atreverá a apresar una sonrisa desdibujada o unas inoportunas lágrimas.

Vera captará felicidad en la mirada cómplice de su abuela e insinuará un movimiento tímido para que la acaricie. Y aunque ella no esté en los mejores momentos de su vida, derramará besos en su carita de flor a punto de adornar todas sus ilusiones y de colmar todos sus deseos y sus caprichos, porque Vera será única para ella.

Vera es seguro que redondeará aun más las dos aceitunas de sus indefinibles ojillos que son la esperanza de días venideros para un abuelo regruñón que nunca supo derramar el oloroso aceite del cariño, ni sobre su padre David, ni en las lozanas mejillas, hoy algo macilentas, de su tía Sara. Vera será, pues, una realidad para dulcificar la vejez de unos abuelos sedientos de besos y hambrientos de tiernas sonrisas.

Vera es un jardín a punto de ofrecer rosas de olores provocadores o claveles reventones de colores irisados que serán la envidia del arcoíris. Y nos llevará de calle, tanto a sus padres, Adela y David, como a la alocada de su tía Sara, que esparcirá encanto ante sus ojos, cálidos luceros infantiles.

Vera endulzará, con sus gesticulantes manitas que pretenderán abrazar el mundo, a unos abuelos algo achacosos por la edad pero rejuvenecidos por la ilusión de verla crecer y espigarse comiéndose el horizonte a pequeños bocaditos cuando en un momento afloren sus tímidos dientecillos. Ya sé que voy muy de prisa…

Lo que será su porvenir, su camino por recorrer, está por venir y desde luego por ver. Pero los cinco juntos, o cada uno por su lado, buscando acaparar su mirada y su cariño, intentaremos que dicho transitar tenga los menos baches posibles, que su sendero le permita traspasar horizontes cargados de esperanza, cuajados de ilusión y colmados de buen hacer. En lontananza quedan ilusiones por florecer regadas con tesón, con interés curioso para que busque un mundo, el mejor posible, para ella y para los demás.

Será nuestra “verdad” (es un significado de dicho nombre). La razón que nos ayudará a desbrozar las cunetas del camino cuajadas de espinos, con cardos borriqueros y donde, cada primavera, florezcan tímidas amapolas que regalen sonrisas para repartirlas por un mundo, unas veces sombrío y otras soleado de deseos por cuajar. También alimentará nuestra fe (Fe es otro posible significado) en el futuro por hacer. No olvidamos que este espacio de mundo que compartimos está con frecuencia saturado de nefasta malicia.

Pero ¿quién es Vera? Es un apelativo exótico, algo místico y poco usual entre nosotros. Es un nombre propio que enamora por su sonora sencillez bañada de dulzura. Dicen que las portadoras de este patronímico, que tanto puede significar “fe” como “verdad” según el origen al que nos aferremos (ruso o latino), buscan la perfección y la paz, factor que les hará comprometerse en causas altruistas, en trabajos donde se sientan útiles a los demás porque la solidaridad se le derrama de las manos.

Dicen que se mueven en los andamios del idealismo, del perfeccionismo. Dicen que son voluntariosas y perseveran en el logro de las metas propuestas. Para terminar, dicen que suelen ser reservadas, nobles y hasta seductoras. En síntesis, eso dicen distintas fuentes rastreadas. Desde luego será un placer, a la par que un desafío, compartir parte del sendero con alguien ataviada con tales bondades.

Vera te prometemos que, en las cálidas tardes primaverales, te llevaremos con tu abuela a perseguir nerviosos pajarillos o a coquetear con las tímidas mariposas que juegan al escondite entre las hojas de arbustos preñados de primaveras en flor. Las rosas, capullos por reventar, envidiarán tu fresca sonrisa.

Empeñamos nuestra palabra, nuestro tiempo y sobre todo nuestro cariño por conseguirte una educación donde trasplantemos unos valores que permitan el total desarrollo de las cualidades que predicen y adornan una personalidad tan completa.

Promesas de abuelo que, según determinados sectores, hace ya tiempo que deberíamos estar fuera de juego porque parece que somos un estorbo para un supuesto progresismo. ¿Qué ocurriría si se planteara una huelga indefinida de abuelos? ¿Cómo sobrevivirían los tantos “ni-ni” y “si-si” sin poder ser becarios de pensionistas? Difícil dilema.

Depositamos “fe” en ti para que brote lo “verdadero” que atesora tu personalidad aun por germinar, sin olvidar que moralmente, junto a valores que dignifican a los demás, puedas alimentar aquellos que potencien tu dignidad. Libertad, paz, responsabilidad, solidaridad, igualdad, generosidad, honradez… y un largo etcétera.

En el reloj del tiempo, que transcurre perezoso en llegar a la estación de la vida donde tiene previsto apearse Vera, está ya casi agotándose. Aguardamos con ilusión la llegada al andén de tu destino. En él te espera, junto a tus padres, un nutrido grupo de familiares y amigos para ofrecerte un ramo de sonrisas pintadas de sueños por florecer. Ese día los abuelos depositarán en tu sonrosada mejilla un tímido beso a la par que te susurrarán al oído un “¡te queremos, Vera!”.

En Valencia, con el año 2016 llamando ya a las puertas de 2017, llegará Vera decidida a recorrer los años que la vida le ofrezca. ¡Bienvenida seas!

PEPE CANTILLO
FOTOGRAFÍA: DAVID CANTILLO
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